Frente a los demás eramos superiores
en nuestra forma de amar,
la soberbia se reflejaba en tu risa, el viento la camufla entre la brisa.
en nuestra forma de amar,
la soberbia se reflejaba en tu risa, el viento la camufla entre la brisa.
Cuando el mundo se me vino encima, una ira que gritaba en silencio me consumía,
su mirada directa y fija la desaparecía.
su mirada directa y fija la desaparecía.
Su boca sabía a caramelo, un olor inconfundible trasmitía su cuello.
Mis ansias no se calmaban deborandole, la gula se apoderaba de mi, disfrutándole.
Mis ansias no se calmaban deborandole, la gula se apoderaba de mi, disfrutándole.
Recuerdo despertarme a su lado,
Escuchar la lluvia del invierno helado,
La pereza se adueñaba de nuestros cuerpos desnudados.
Escuchar la lluvia del invierno helado,
La pereza se adueñaba de nuestros cuerpos desnudados.
Sentía envida del sol,
cuando acariciaba su piel y penetraba en su interior,
sentí celos de la luna,
se le declaró en la noche robándome sus ojos de color aceituna.
cuando acariciaba su piel y penetraba en su interior,
sentí celos de la luna,
se le declaró en la noche robándome sus ojos de color aceituna.
La riqueza más grande que poseía era tenerle, pecando de avaricia por miedo a perderle.
Sus manos lentamente se introducían entre mis muslos humedecidos, su boca rozaba suavemente mi pecho cuando aún no había anochecido.
La lujuria nos salvó de todos los demás pecados capitales que habríamos cometido, recitando mandamientos en cada orgasmo que habíamos sentido.
Blanca Baena
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