sábado, 4 de julio de 2020

Siento un vacío interior
que no se sacia con sonrisas.

Entré en un laberinto de hiedras
que se pegaban a mi cuerpo,
húmedo por el sudor,
aunque la temperatura de la sala estaba helada.

Frente un espejo me encontré,
desnuda.
Y me pregunté a mi misma quién era.
No pude responder en ese instante,
pues la boca estaba seca
y solo la llenaba mis lágrimas.

Grité en silencio hasta que empezó
a sonar mi voz.
Tampoco supe como actuar cuando
comencé a escuchar mis propios quejidos.

No me conocía lo suficiente como
para exigirme más,
Tampoco podía comenzar con un café
a las seis de la tarde y un como estás.
No era mi amiga y ni una total desconocida.

Era yo, frente a mí.
Junto a todos mis miedos
y con toda mi valentía.

Rompí el espejo y las hiedras
envolvieron toda la piel,
pero no se alimentaban de ella.
Mi boca dejó de estar seca
y comenzó a llenarse con besos.

Sació mi vacío interior
haciéndome ver que la única forma
era con mis propias sonrisas.

B. B








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