Siento un vacío interior
que no se sacia con sonrisas.
Entré en un laberinto de hiedras
que se pegaban a mi cuerpo,
húmedo por el sudor,
aunque la temperatura de la sala estaba helada.
Frente un espejo me encontré,
desnuda.
Y me pregunté a mi misma quién era.
No pude responder en ese instante,
pues la boca estaba seca
y solo la llenaba mis lágrimas.
Grité en silencio hasta que empezó
a sonar mi voz.
Tampoco supe como actuar cuando
comencé a escuchar mis propios quejidos.
No me conocía lo suficiente como
para exigirme más,
Tampoco podía comenzar con un café
a las seis de la tarde y un como estás.
No era mi amiga y ni una total desconocida.
Era yo, frente a mí.
Junto a todos mis miedos
y con toda mi valentía.
Rompí el espejo y las hiedras
envolvieron toda la piel,
pero no se alimentaban de ella.
Mi boca dejó de estar seca
y comenzó a llenarse con besos.
Sació mi vacío interior
haciéndome ver que la única forma
era con mis propias sonrisas.
B. B
No hay comentarios:
Publicar un comentario