Asómate a la ventana,
inhala hondo,
lo suficiente fuerte para que
no te quepa más aire en los pulmones.
Todo está paralizado,
igual que el reloj de pared de la cocina,
se acabaron la pilas y
nadie fue a comprarlas.
Si cierras los ojos puedes
volver a viajar,
tus pies tocan la arena
de la playa y chocan con el mar.
Recuerda el atardecer en la montaña,
como te acariciaba
la persona con la que hoy
no puedes estar.
Añoras,
el abrazo de tu amigo al que antes nunca te parabas a saludar.
La cerveza al sol
cuando acabas de trabajar.
La pelota que golpeaba
tu bloque,
las risas de los niños
que llenaban tu hogar.
Cuando todo acabe
y volvamos a tener lo que tanto
hemos llorado,
aprenderemos a valorarlo.
Y por fin podrás exhalar.
B. B
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